En tiempos de posmodernidad, de pirotecnia visual, de falta de reflexión, de sanata, cuando impera la subjetividad absoluta y se desprecia o se lee mal la teoría del cine, los invitamos, cinéfilos notálgicos, a un sitio donde impera el espíritu de la crítica de cine de los 80, antes de la llegada de la “nueva crítica”, imagen especular y complementaria del “nuevo cine argentino”. Si el nuevo cine se caracteriza por la falta de historias y el vagabundeo, la nueva crítica se aboca al festejo inusitado de las falencias constitutivas de la nueva corriente cinematográfica. Sazona sus escritos con palabrerío inútil y cree encontrar méritos en bodrios estériles como Superbad, creyendo en la falacia de ser la vanguardia cahierista del siglo 21. Se pone firme, a veces, y critica films como el Aniceto de Favio, pero llegan las vacaciones de invierno y hace un ranking de los desperdicios estrenados para idiotizar púberes, y encuentra hallazgos en el excremento cipayo y marketinero de High School music. Hay que derrochar ingenuidad para no pensar que algún billete cae en alguna billetera; no es posible que alguien con el mínimo espíritu crítico cometa una sinapsis que provoque en forma natural ese pensamiento.
Hay guita, o un cretinismo gigantesco.
Hay supervivientes, y algún aislado nuevo talento, que ya iremos marcando.
Por lo pronto, les proponemos revisar viejas críticas, certeras y modélicas, que se agigantan con el paso de los años, y siguen siendo el faro que nos guía en este peliagudo camino de la crítica de cine.
Consta de tres partes bien diferenciadas. En la primera, se hace una breve, somera e introductoria reseña sobre la evolución de la crítica de cine y la situación de nuestro país en ese contexto. En el capítulo siguiente se acometen las críticas de rigor, análisis concretos de películas que intentan develar el film que se esconde tras el film.
Por último, a modo de corolario, o bien como machete, se ofrecen una serie de definiciones y ejemplos que tienen la funcion de orientar al lector-espectador para que profundice su propio ojo crítico. Un apéndice final da una nutrida bibliografía comentada.
Mientras esperamos la aparición de nuestra Arcadia, mientras esperamos que los viejos críticos comiencen a hacer flexiones, abandonen sus cuarteles de invierno y ataquen con sus prosas filosas y coloquen en su lugar a los distraídos que se autopostulan como novedad, intentaremos mirar hacia nuestro pasado y ver que nuestro país no sólo tuvo un gran cine argentino, sino también una crítica superlativa.